Cuando por fin conseguimos estar decentes para presentarnos
ante los compañeros para el desayuno ambos miramos por el balcón que había
justo al lado de las escaleras y contemplamos una vez más la maravillosa
explanada que quedaba más allá de las murallas de Morella, supongo que nuestras
mentes divagaron por lo que allí podía haber ocurrido a lo largo de los siglos.
Cuando bajamos al segundo piso encontramos todo en orden, “el Tronqui” soltaba
demonios por la boca dirigidos a Juan “el pequeño” que al parecer había
conseguido quitarle el palo de los ronquidos al primero y le había despertado a
base de palos, como él mismo decía.Ya después,
en el escaso desayuno (y era escaso porque según cuentan algunos, dentro de la
algarabía de la noche anterior a alguien se le ocurrió sacar la comida, y como
era menester la acabamos en cuestión de segundos) comprobamos que las quejas no
iban dirigidas sólo a “el pequeño” sino también al supuesto desorden de la habitación
de Paco y Guillermo, pero estos, al contrario que Juan, se mantuvieron al
margen de las discusiones con su bien sabida tranquilidad y saber estar.
Ya con el estómago lleno, de manera que podíamos pensar con
mayor lucidez, Paco, Juan “el Pequeño”, “el Tronqui” y yo fuimos a una de las
tiendas del pueblo a por provisiones para la noche, que aún parecía lejana,
pero que luego llegaría sin darnos cuenta.
Cuando volvimos a lo que ya considerábamos como nuestro
hogar, nos esperaban Guillermo y Juan "el grande" con todo listo para
visitar la Morella
profunda, esa en la que se recogen las almas más viejas para que, al notar su
presencia consigas trazar con líneas muy finas la vida que aquellos muros
derruidos y habitaciones oscuras pudieron observar tiempo atrás. Fueron
instantes de mágicas conversaciones y enrevesadas divagaciones que tuvieron
lugar mientras, pese a las quejas por la inclinación y continuidad de la subida
de los que habíamos trasnochado, conseguimos llegar hasta el punto más alto de
la fortaleza. Observamos durante varios minutos, en un silencio disimulado por
el viento, la grandiosidad de algo tan pequeño si se
compara con el resto del universo. Hasta que un "!!Venga una foto¡¡"
nos devolvió al preciso instante que nos regalaba el destino, pude observar
como en nuestras caras se notaban los rasgos que da la felicidad de poder vivir
estos momentos.
“Que si por fortuna pudiera
elegir, elegiría vagar sin rumbo con mis cinco compañeros a lomos de nuestros
preciados corceles, proyectando una eterna sombra en el continuo rodar del
camino por andar.”
Pd: Si no escribí antes en el blog es porque esta es una pequeña parte de un relato que me ha costado tiempo escribir pero en el que están encerrados momentos que quedarán siempre en mi memoria.
Pablo Navarro Leante.
ya pronto tendremos otra aventura
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