Se acaba de subir en el coche patrulla, giró las llaves del
Nissan Patrol, puso su cinta de los Creedence Clearwater Revival, subió el
volumen y se dispuso a conducir para volver a ver a su mejor amigo mientras le invadían
los recuerdos. Lo primero que siempre le venía a la mente eran los ojos de Yaco
cuando se lo asignaron en la Escuela de Adiestramiento de El Pardo, supo desde
el primer momento que formaban el binomio perfecto. Aquel Pastor Aleman de pelo
corto, ojos marrones brillantes y orejas puntiagudas estaba lleno de vida y
supo desde su primer entrenamiento juntos que lo que más iba a disfrutar Yaco
era trabajar con él en la seguridad y rescate de personas.
Cuando Toni llegó a su puesto definitivo en Santiago de
Compostela pidió que Yaco le acompañara en su apartamento del cuartel, pero se
lo denegaron, los perros de la cinológica siempre dormían en los cheniles
habilitados para ello, por lo menos en ese cuartel. Poco tardó en sacar a su
amigo de allí con la complicidad de sus compañeros. Fue la segunda noche que
dejó a Yaco en el chenil, cuando cerró la puerta miró dentro y vió al pequeño
de 8 meses mirándole con esos ojos brillantes, sentado, mirando a la persona
que más quería en el mundo, él le dijo “A mi tampoco me gusta dejarte sólo”,
Yaco giró la cabeza intentando comprender lo que decía Toni, “A la mierda, te
vienes conmigo”. Abrió la puerta y desde entonces ninguno de los dos volvió a
dormir sólo, y aunque todos los compañeros sabían que se estaba incumpliendo la
normativa, ninguno hablaba porque todos sabían que aquello no podía hacer daño
a nadie, y volver a separarlos podría hacer mucho daño a los dos.
Aún recodaba Toni cuando Yaco debutó en su primera
intervención, fue un 13 de abril, Yaco acababa de cumplir un año y dos meses.
Toni estaba seguro de que Yaco podría haber salido a trabajar mucho antes, el
trabajo que habían hecho desde el primer día de entrenamiento era espectacular
y Yaco era capaz de encontrar un rastro a kilómetros de distancia, además nunca
había visto a ningún perro correr hacia el foco del olor con tanta alegría, con
tantas ganas de trabajar, de superar esos retos y de conseguir su juego y sus
premios. En aquella primera intervención tuvieron que encontrar a una mujer que
llevaba 48 horas desaparecida, para Yaco fue fácil, después de dos horas de
búsqueda, cuando Toni estaba apunto de darle descanso, Yaco de repente levantó
la trufa del suelo, empezó a ventear y puso las orejas tiesas, ahí empezó a
ladrar y echó a correr, al llegar Toni donde había ido Yaco lo vió intentando
jugar con una mujer anciana que pedía ayuda porque se había desorientado. Yaco
había terminado con el mayor éxito posible su primera misión.
De repente se humedecieron los ojos y una lágrima resbaló
por sus mejillas, Toni recordaba el día en que sus superiores le dijeron que
Yaco tenía que retirarse, con 7 años, Toni sabía que Yaco aún podía dar mucho
más, pero sabía que esa lucha estaba perdida, decidió darle la vida que merecía
y convenció a su hermano de que se lo quedara en su chalet de Valencia, allí
junto con el Border Collie de su hermano sabía que sería feliz.
Desconectó la radio, salió del coche y tocó al timbre. Hacía
5 meses que no veía a Yaco, le temblaban las piernas y sentía que el estómago
se le salía por la boca, nunca había tenido tantas ganas de verle. Se abrió la
puerta, pero en lugar de aparecer su viejo amigo con canas como solía pasar
cuando notaba su olor en la entrada, salió su cuñada, con los ojos rojos,
parecía haber llorado mucho. Cuando ella vió a Toni se derrumbó, no conseguía
articular palabra y las lágrimas salían a borbotones de sus ojos. Toni creía
saber lo que pasaba pero no quería asimilarlo, no podía ser. Cuando consiguió
tranquilizar a su cuñada y le hizo la pregunta más dura que ha hecho en su
vida, ella le contestó que Yaco había muerto esa mañana, cuando se levantaron él
no se despertaba. Toni sintió que el corazón se le rompía en mil pedazos, entró
y vió a Yaco encima de una mesa con el veterinario, sus ojos ya no brillaban.
Se acercó despacio, le dio un beso, lo abrazó y lloró en su lomo, lloró tanto
que aunque ya no estuviera allí sabía que Yaco allá donde estuviera notaba el
dolor que le provocaba su pérdida.
“No hay persona que pueda provocar tal sentimiento de
fidelidad eterna”
Es la historia real con estos pequeños amigos.
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